Memorias de un emigrado
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Un día como hace 31 años, tuve que emigrar …
Con una maleta llena de muchos sueños y esperanzas, una guitarra, mi poncho y un sombrero, tomé un avión de la línea Aeroflot rumbo a la ciudad de Bruselas en Bélgica, a empezar una nueva y desconocida vida; mi vida de extranjero ... uf, ¡que difícil! En este momento que los recuerdos afloran, me embargan muchos sentimientos. Mi carrera de informático la tuve que guardar momentáneamente en un sobre de papel manila.
Emigrar, no es sinónimo de riquezas, buena vida y buen trabajo. Alejarte de tu patria querida, la tierra donde naciste, para radicar en otro país es sinónimo de lucha, trabajo duro, sacrificios, soledad, valentía, sobrevivencia, ilegalidad, hambre, frío y lágrimas que te congelan hasta el alma. Soportando muchas veces, discriminación, injusticias, humillaciones y desprecios, por mencionar algunas vicisitudes.
Del mismo modo significa también renunciar a muchas cosas y sacrificarse por otras, con el fin de tener una mejor calidad de vida y darles a nuestros hijos un futuro digno, con buena educación y una base sólida para su desarrollo personal y profesional.
A las personas que nunca han salido de su tierra y, tienen la osadía de criticar o de pensar que el vivir en otro país automáticamente te da una excelente calidad de vida, les digo que están equivocados, es una aventura bastante osada y riesgosa. Se requiere de mucho de coraje, confianza en uno mismo y fe en Dios (o en la deidad en que creen), para poder sobreponerse al miedo, las angustias y la desesperanza.
Los que nos atrevimos a alejarnos de nuestras raíces, tuvimos que dejar a nuestros amigos, familiares, nuestras costumbres é identidades, para tratar de buscar un mejor futuro, dentro de la decencia y los buenos valores.
El precio a pagar es muy alto. Vivir alejado de tus seres queridos es una daga constante en el corazón, y lo más triste es que en muchos casos no los volveremos a ver en vida, ni siquiera para darles el último adiós, como me ocurrió con mi querido padre. Él fue mi guía, quien me inculcó los valores morales básicos para afrontar la vida en toda su expresión, con sus cosas lindas y las contrarias, pero siempre con la frente en alto, la honestidad y los buenos principios como bandera.
Me aventuré como músico callejero con una guitarra viejita, un poncho descolorido y un sombrero prestado. Emigré debido a la enorme crisis de ese entonces. Jamás deseé salir de mi Perú, pero la galopante inflación y las oportunidades para forjarse un futuro estable me fueron adversas. Así pasé casi tres largos años en las calles de diversos países de Europa. Ilegal, sin seguro de ninguna clase, sin residencia estable, incluso tuve que afrontar un injusto proceso de extradición en Holanda, que, gracias a un buen abogado, pudimos demostrar mi inocencia. Pero ya todo eso pertenece al pasado y desde 1993 trabajo nuevamente como informático. Siempre sucede que con las pruebas difíciles que te da la vida, te haces más fuerte, creces y maduras.
Al igual que yo, muchos compatriotas hemos tenido que emigrar, por no poder afrontar la galopante crisis, básicamente ocasionada por la terrible corrupción que nos aqueja por décadas y enraizada en gran parte del aparato estatal. Es por eso, que los invito a reflexionar: abramos los ojos, analicemos un poco, investiguemos, para lograr elegir a gobernantes honestos, y de una vez por todas podamos erradicar la corrupción y sacar adelante este hermoso país llamado Perú. Y por ende darles a las juventudes un mejor futuro, evitando que los jóvenes vean como única alternativa el tener que emigrar.
Cada 8 de junio, me sorprende con sentimientos encontrados, pero la primera reacción al despuntar el alba de este día tan especial, es que siento que se me ponen los pelos de punta, porque recuerdo como si estuviera abordando el avión que me trajo al viejo mundo. Pero momentos después, al mirar a mi alrededor, constato que no fue en vano tanto sacrificio y penurias. Claro está que la lucha nunca termina, aún queda mucho camino por recorrer, pero pienso que estoy avanzado con buenos vientos y en la dirección correcta. Seguiré caminando, quizás nos encontremos por alguna parte del camino.
Somos un país grande y hermoso;
Somos marinera, tondero, huayno, danza de las tijeras, diablada, somos guitarra y cajón;
Somos la papa, el trigo, choclo, quinua, kiwicha, somos caña de azúcar;
Somos petróleo, oro, plata, carbón y minas;
Somos pisco, vino y ron;
Somos cebiche, papa a la huancaína, rocoto relleno, seco de chavelo y juanes con su tacacho y cecina;
Somos vizcacha, alpaca, el cóndor, la llama, el puma;
Somos Huascarán, El Misti, Macchu-Picchu, Aconcagua, somos cordillera;
Somos Laguna de Pacca, Yanganuco, Lago Titicaca, océano Pacífico;
Somos pueblo joven, barrio, callejón, casa de barro y estera, somos ladrillos;
Somos Chimú, Paracas, Tiahuanaco, Chavín, Caral, Mochica, Vicus, Wari, somos Incas;
Nací en lugares como Chepén, Andahuaylas, Yurimaguas, Chumbivilcas, Lima;
Soy de Paita, Morropón, Ica, Parcona, Puno, Paucarcolla, Abancay, Chazuta, Chipurana;
Soy de la Costa, Sierra y de la Selva;
Soy peruano hasta la muerte … ya es hora de UNIRNOS, para darles a nuestros hijos y generaciones futuras una patria y un lugar digno donde vivir, que ¡viva el Perú!
Eduardo Rocha - 08.06.2020